Fundación Pedro Navalpotro

Tradicionalmente, la reutilización de las aguas residuales depuradas se ha mantenido alejada del ámbito residencial. Sin embargo, la sequía y la consecuente dificultad para movilizar los recursos hídricos convencionales hacen que las aguas regeneradas sean una opción cada vez más plausible para minimizar los efectos de estos episodios de escasez. Un estudio liderado por Hug March, catedrático de los Estudios de Economía y Empresa e investigador del grupo de investigación Laboratorio de Transformación Urbana y Cambio Global (TURBA Lab) del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), ha analizado el funcionamiento de algunas iniciativas que ya exploran esta vía en el área metropolitana de Barcelona. Han estudiado su viabilidad y también el impacto que supondría su generalización.

March ha colaborado en esta investigación con los investigadores del departamento de Geografía de la UAB David Saurí y Santiago Gorostiza, también especializados en recursos hídricos. El trabajo, publicado en abierto en la revista Water Alternatives, deja claro que la reutilización directa de aguas regeneradas para usos de agua potable no se contempla en España, en cambio, se considera aceptable la reutilización indirecta, devolviendo estos caudales al medio natural para ser captados de nuevo posteriormente.

ste es el caso que se ha puesto en marcha en el Llobregat, donde la depuradora del Prat, cerca de la desembocadura, trata las aguas residuales con las tecnologías más avanzadas y, una vez libres de contaminantes, las bombea por una cañería río arriba y vuelve a mezclarlas con el caudal fluvial. Esta mezcla se produce unos ocho kilómetros aguas arriba de la planta potabilizadora de Sant Joan Despí, que capta y trata agua del Llobregat para canalizarla en el sistema de abastecimiento de Barcelona.

𝐄𝐥 𝐜𝐥𝐢𝐦𝐚 𝐚𝐜𝐞𝐥𝐞𝐫𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐜𝐚𝐦𝐛𝐢𝐨𝐬

“El episodio de sequía actual ha acelerado la reutilización indirecta del agua regenerada”, constata Hug March. La reutilización indirecta del agua recuperada con fines potables en el Llobregat es un proyecto ambicioso en escala y alcance que ha sido posible gracias al Plan de emergencia en situaciones de sequía de Cataluña que la Generalitat aprobó en 2020 y que permite este uso en escenarios de excepcionalidad o de emergencia. Hasta entonces solo se utilizaban caudales de agua regenerada con fines agrícolas, de limpieza y riego urbano o medioambientales, por ejemplo, como barrera hidráulica para evitar la intrusión salina en el acuífero del Llobregat.

“Introducir este tipo de medidas siempre es más fácil en un contexto de sequía como el actual, porque es evidente que, con el cambio climático, nos tendremos que acostumbrar al aprovechamiento indirecto de agua regenerada para reforzar el sistema de abastecimiento de agua en el ámbito metropolitano”, argumenta el catedrático de la UOC.

En este sentido, David Saurí, investigador de la UAB con más de veinte años de experiencia en la materia, entiende que pueda haber “cierto rechazo social a este tipo de prácticas”, pero recuerda que el agua regenerada del Llobregat “es perfectamente apta, está muy controlada y, por diferentes motivos, puede llegar a ser de más calidad que la del propio río”. Saurí cree que, “tengamos o no sequía, el agua regenerada acabará formando parte del sistema de abastecimiento habitual”, pero también apuesta por otras opciones: “Tendremos que explorar el concepto de ciudad esponja de los chinos y aprovechar mucho más el agua de lluvia”

𝗔𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗮𝗱𝗺𝗶𝗻𝗶𝘀𝘁𝗿𝗮𝗰𝗶ó𝗻

El Gobierno catalán trabaja en el desarrollo del Plan de gestión del distrito de cuenca fluvial de Cataluña y, en el ámbito metropolitano, el Área Metropolitana de Barcelona ha desarrollado un Plan estratégico del ciclo integral del agua del área metropolitana de Barcelona, que ya reconoce “el gran potencial de la reutilización del agua para generar recursos hídricos que ayuden a mejorar la resiliencia en episodios de sequía”. Se prevé la construcción de más de 25 plantas de regeneración en Cataluña, una de las cuales se plantea que replique en el río Besós el modelo que ya está en marcha en el Llobregat. “Es plausible suponer que en las próximas décadas el agua regenerada constituirá un componente importante de las carteras de recursos hídricos, especialmente en las zonas urbanas”, explican los autores.

𝐑𝐞𝐮𝐭𝐢𝐥𝐢𝐳𝐚𝐫 𝐞𝐥 𝐚𝐠𝐮𝐚 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐞𝐝𝐢𝐟𝐢𝐜𝐢𝐨

El otro caso que han estudiado los investigadores es el que ya hace años que implementa Sant Cugat del Vallès, donde la normativa municipal obliga desde 2002 a construir los edificios de ocho apartamentos o más con un doble sistema de cañerías. Esto permite que las aguas grises (es decir, la de las duchas, bañeras y lavamanos) se almacenen y se traten en el mismo edificio para ser aprovechadas para la cisterna de los retretes. Es un proyecto que, a pesar de haber tenido una buena aceptación a escala local, no se ha reproducido en otros puntos y no parece tener un futuro muy prometedor en cuanto a escalabilidad en el ámbito metropolitano.

¿𝐄𝐥 𝐮𝐬𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐠𝐮𝐚 𝐫𝐞𝐠𝐞𝐧𝐞𝐫𝐚𝐝𝐚 𝐬𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐞𝐱𝐭𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐞𝐧 𝐄𝐬𝐩𝐚ñ𝐚?

El año 2020 la Unión Europea reconoció por primera vez la importancia de estas “nuevas aguas” mediante la regulación de la reutilización del agua recuperada para el riego agrícola, siguiendo la petición de los estados miembros del sur de Europa y a pesar del recelo de los del norte. Por eso, los investigadores confían en que este será uno de los casos de uso que se podrá ver pronto en otros puntos de España. Principalmente en zonas de la cuenca mediterránea y Andalucía, donde la sequía es más evidente.

Hug March pronostica que esta podría ser una salida interesante para zonas urbanas con un entorno agrícola importante y cercano, como Alicante: “Se podría llegar al intercambio de los derechos de agua, por ejemplo, haciendo que los agricultores cedan a la red potable el agua que tienen para regar y, a cambio, utilicen el agua regenerada para los cultivos y reciban una posible compensación”.

¿𝗖𝘂á𝗹 𝘀𝗲𝗿á 𝗲𝗹 𝘀𝗶𝗴𝘂𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗽𝗮𝘀𝗼?

La gravedad de la sequía está reconfigurando rápidamente las fronteras de la reutilización del agua regenerada, pero los costes económicos de la adaptación de estas redes se han convertido en un reto que todavía no está claro cómo se afrontará. “Estos sistemas de obtención de aguas alternativas, incluyendo la desalinización, tienen la ventaja de que permiten ganar independencia respecto al clima, pero, en cambio, aumentan la dependencia del consumo energético”, expone David Saurí.

Ante el cambio de paradigma que pueden suponer estas aguas alternativas, los investigadores preparan ahora más estudios para entender cómo son percibidas por la ciudadanía, cómo cambian la economía política del agua urbana, qué modelos de gobernanza las pueden regir, quién las puede controlar o atribuirse los derechos e incluso cómo se financiarán y qué impactos tarifarios pueden tener en la ciudadanía.

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